Comentario
La opción de Michaux no es la materia -como en Fautrier y Dubuffet- sino el gesto, la mancha, tache, y de ahí el término tachisme, utilizado en Francia para referirse a su pintura, aunque él lo rechazaba. Lo empleó el crítico Charles Estienne en 1954 para referirse a la abstracción europea no geométrica de posguerra y consistiría en aplicar manchas de color sobre la tela, o el papel, sin tener en cuenta el tema; pero en realidad no tiene sentido establecer diferencias entre tachisme e informalismo.Henri Michaux (1899-1984) es un poeta y la tinta, el papel y la pluma le sirven tanto para escribir poemas como para pintar obras. Con ellos crea en los años cincuenta un alfabeto personal y ese es precisamente el nombre de su primera obra conocida de 1927, Alfabeto. Del mismo modo que en Tobey, se trata aquí de un alfabeto desprovisto de significado -al menos de significado convencional-, y no susceptible de ser descifrado por el espectador, un medio de comunicar lo que resultaba imposible con la escritura. Con este alfabeto pinta, como Saura, Multitudes (Foules) o Confusiones (Melées).Antes, desde finales de los años treinta, pintaba figuras evanescentes -¿caras o cuerpos?- a punto de desaparecer de nuestro campo visual al menor descuido, fantasmas que surgen por un momento y que al momento siguiente serán distintos, si siguen existiendo. Estos fantasmas -Phantomismes les llama su autor- son el resultado de trazar líneas con tinta negra sobre un campo de color todavía húmedo de acuarela.El arte para Michaux era una terapia. Empezó escribiendo para liberarse de una tensión intolerable, pero la escritura -con obligaciones como principio, fin, forma o centro- llegó a ser un corsé demasiado estrecho para él y buscó en la pintura una mayor libertad. "Nacido, criado y educado en un medio y en una cultura puramente visuales, decía, pinto para descondicionarme".Las obras de Paul Klee y Max Ernst le reconciliaron en los años veinte con la pintura -un medio que despreciaba hasta entonces-. De ellos y de Isidore Ducasse, conde de Lautreamont, tomó el interés por el automatismo, la lección fundamental de los surrealistas, y el mundo en constante transformación. Sin embargo, no compartía con el grupo de Breton otros intereses y se mantuvo al margen. Para él el movimiento automático y la velocidad eran caminos que liberaban al artista de la conciencia; de ahí sus experimentos en 1955 con una droga, la mezcalina, que actúa como un acelerador de velocidad.Gestual, y no matérico, Michaux se ha comparado con frecuencia a Pollock por la rapidez de ejecución, por la implicación del cuerpo en la pintura y, sobre todo, por el resultado informal, abstracto y semejante al dripping en sus caligrafías.